Amics tan sols vaig canviar de idioma, al principi de l’aventura d’aquest bloc, per fer un post d’agraïment al equip de treball italià, que em varen ajudar tant a tirar endavant el projecte laboral torinès, que va coincidir amb el inici del blog. Avui ho tornaré a fer també en senyal d’agraïment, pel regal de dos dies esplèndids a La Rioja.

Necesitaba una desconexión urgente. Hubiera podido ser operística en cualquier ciudad que estos días, ofreciera alicientes suficientes para desplazarse a degustar las tentadoras propuestas, pero también hubiera podido ser alguna de las sugerentes y no siempre suficientemente agradecidas muestras de cariño que me habéis dado, con otras invitaciones que no he aceptado.

Finalmente decidí hacer unos cuantos kilómetros. Ese ya era un punto a favor, puesto que la posibilidad de hacer carretera ya sabéis que es un aliciente añadido.

Me encanta conducir y si es con la mejor compañía (como obviamente era), por un recorrido casi inédito y con una banda sonora de cd’s tan ecléctica como es costumbre en el blog y en mi vida, mucho mejor.

La banda sonora prevista era con Wagner (no sonó ni una fusa ni una semifusa del excelente Parsifal que me llevé), Bach (un CD de la Matthäus-Passion de la última versión de Harnoncourt si llegó a sonar), Rossini y su Zelmira también asomaron tímidamente, pero como más tarde descubrí en casa de Luís, parece ser que Rossini “se mareaba” y quizás por ello, no le prestamos la atención que siempre le damos (a Rossini, me refiero).  También me llevé los últimos musicales aparecidos en el blog con la LuPone y su Can-Can, Paige O’Hara con su Touch of Venus de Weill, inédita aún en el blog y la Criswell con su Call Me Madam, más una misa de Schubert en manos del imprescindible Riccardo Muti. Creo que es todo lo que dieron de si los más de mil kilómetros necesarios para ir de Barcelona a Ezcaray y lamentablemente regresar.

Ezcaray fue la trampa que nos preparó PFP para aliviar mi urgente STOP aparecido en este blog no hace mucho y no suficientemente entendido por algunos.

Ezcaray con una parada obligada y jamás olvidable en Logroño, con un paseo bajo la lluvia que no nos ha abandonado en casi toda la terapia de más de 48 horas y con unos encuentros, presentaciones con entrañable tapeo y una comida para el recuerdo, era nuestra meta final.

Unas pocas horas antes, muy pocas, había entrado en San Google para ver donde situar Ezcaray y hacerme una idea visual con algunas fotos. Lo que vi me pareció un decorado muy apropiado para tumbarme en el diván. Nunca hubiera imaginado, que el importante e imponente decorado pasaría a segundo plano.

Santa María la Mayor (Ezcaray)

Apenas ubicados en el encantador y de trato exquísito Hotel Echaurren, con una vista privilegiada delante de Santa María la Mayor, empezó a nevar. No me digáis que la cosa no tiene su encanto. De acuerdo, la terapia incluía excursiones y paseos por la teórica y exultante primavera riojana, pero las previsiones era malas, y tal como anunció  nuestro anfitrión en un mail encantador “No han pronosticado muy buen tiempo, más bien al revés, pero para tomar unos vinitos, comer a gusto y charlar de lo que haga falta, no necesitaremos más que las ganas.”

Han sido unas horas estupendas e intensas que nos han permitido saborear los manjares gastronómicos (¡hay que ver como se come en La Rioja!), admirar las milenarias e imprescindibles piedras de la Abadía de Cañas (el ábside más fascinante y de luz celestial que yo haya visto jamás) o relajarse con la variedad infinita de verdes que nos ofrecen los campos riojanos de camino al monasterio de Yuso o a Santo Domingo de la Calzada. Pero todo eso “infernemlandaires”, no tendría el mismo sentido sin las personas que nos han hecho de anfitriones y que han compartido esos momentos con nosotros. Me refiero a Kundry en argot blogero y a la encantadora Maras y a Pablo. Les conocíamos ya, claro que si, pero ahí metidos en su salsa, aún ganan más.

Ábside de la Abadía Cisterciense de Cañas (La Rioja)

En fin, uno regresa como nuevo, como si hubieran pasado muchísimos días y es que cuando las experiencias son intensas, emotivas y bellas, dejan la huella de lo profundo y esencial. Aquello que a veces tarda una eternidad en cuajarse, ha sido posible en unas horas de compartir amistad, sin más lujos que los de aflorar los valores más sencillos, sinceros  y entrañables, que las personas somos capaces de ofrecer. Un lujo al alcance de la mano, que demasiadas veces olvidamos por otros más efímeros e infinitamente más vacíos e incluso inútiles.

¿Y el título del post?, pensaréis muchos. Bueno, es algo anecdótico, sin aparente relevancia, pero ahí va.

Para hacer tiempo antes de una cena exquisita, Maras, Víctor y Pablo nos llevaron el viernes, a casa de Luís, un amigo. Llovía y hacía un frío invernal que no aconsejaba para nada un paseo por las hermosas calles de Ezcaray o sea que hacia allí nos dirigimos, no sin cierta inquietud por nuestra parte. Al entrar, de modo inmediato, nos olvidamos que no conocíamos a casi nadie, tal es el grado de acogida que recibimos. Luís, el que nos informó, no de un modo demasiado empírico, por cierto,  de los mareos de Rossini, nos presentó a todos los presentes y entre ellos a Vega. Estoy seguro que las otras encantadoras señoras, están muertas de la “sana” envidia que les corroe por dentro, debido al protagonismo inesperado de su amiga del alma.

Todos tenemos una cierta tendencia a buscar parecidos de las personas que nos rodean con otras especialmente notorias y conocidas. Vega tiene unas facciones que rápidamente me llevaron a Anja Silja y le comenté en voz alta a Colbran, ¿a quién te recuerda?, pensado que coincidiríamos y él va y suelta Françoise Dorléac.  El impacto fue total. Yo perdido, rebuscando en la memoria olvidada a la hermana de la Deneuve y el resto ojipláticos y boquidilatados pensando de donde habíamos salido. Vaya par de alienígenas.

Françoise Dorléac. Vega, las amigas dirán que no te pareces, y yo, no sé, no sé, aún me ronda Anja Silja, pero un cierto aire......

Francoise Dorléac, ya no nos abandonó. El sábado en una cena multitudinaria, celebrando precisamente el cumpleaños de Vega y a la cual fuimos invitados, compartimos unas horas de alegría y regocijo inolvidables.

Una exquisita ensaladilla de la homenajeada inició una cena estupenda, seguida de una tortilla cuyo picante aún me ronda por la nariz, más unos embutidos, quesos y croquetas, regado con vinos de la zona y sobretodo con la simpatía de la compañía y una retahíla de chistes que nos hicieron partirnos en una espiral  de carcajadas que cualquier cineasta o director de teatro quisiera para sus espectáculos. Vaya hartón y vaya terapia.

Faltaba el pa amb tomàquet. No sabéis lo que os perdéis. Haced la prueba. Restregad un buen tomate de la zona en el excelente pan y mojadlo con ese aceite que usáis por ahí y ya me diréis si esa cena no hubiera sido, aunque parezca mentida, mejorable.

Gracias amigos, por este viernes y sábado más santos que nunca, que han sido una terapia increíble. No recuerdo el nombre de todos, perdonad pues que no os mencione , pero os esperamos en ese proyecto de Il Trovatore liceísta que de cuajar, podría llegar a ser la repera.

Pilar, una vez más estoy en deuda y habrá que empezar a pensar que le regalo a Dandini por haber hecho posible que coincidiéramos en una Juive parisina para el recuerdo, más allá de sus ya innegables valores musicales.

No todo puede ser positivo. La cámara fotográfica me jugó una mala pasada y no os podré dejar constancia visual de todo aquello fotografiable, de este personal y críptico, quizás en exceso, post

Tendré que volver a Ezcaray, la Abadía de Cañas y los Monasterios de Yuso y Suso, para intentar retener en formato “jpg” y los mejores píxeles posibles, aquello que permanecerá en la memoria, mientras el señor Alzheimer no nos condene con sus jugarretas. Será un placer y saludaros a todos otra vez, un privilegio.

GRÀCIES!

Hotel Echaurren de Ezcaray